Cinco de la mañana, después de esperar el tren a Brujas desde la terminal de Amsterdam donde vimos un entretenido show; unos argentinos durmiendo en unos cartones en espera de su tren, una chica solitaria , un Jamaiquino que platicaba con todos, un vagabundo que compartía sus cigarros, otro indigente que no sé si meditaba o se había quedado ya dormido en posición de flor de loto, mientras yo ponía algunas hojas de periódico bajo la ropa para mitigar el frío, porque mi débil suéter no era suficiente, todos ahí debíamos ser un cúmulo de curiosidades.
Al fin llegó el tren, abordamos, llevábamos creo, más de doce horas sin dormir, y sin darme cuenta, me quedé dormida sobre la más cómoda e improvisada almohada; una señora de hombros naranjas y esponjosos que iba a al lado de mí, me desperté y apenada sólo le dije "lo siento" rió de forma dulce y dijo "no te preocupes, no hay problema", que señora tan comprensible y tierna, y que suave era su hombro.
¡Próxima estación, Brujas! tierra medieval de suculentas trufas de chocolate, ya estaba pensando en todas las que me iba a comer.