miércoles, 2 de febrero de 2011

El sabor del alma de los jumiles

      Se acerca la época de carnavales, para dar paso a la cuaresma cristiana, pero antes, es momento de que el espíritu salga a divertirse, a convertirse en otra persona por medio de mascaras y hermosos disfraces, carnaval; palabra que no alcanza a describir ese momento de baile y fiesta, donde se olvidan las etiquetas, tiempo festivo que se quedo grabadó mayormente en la tradición católica,  resultado de un posible coqueteo entre el catolicismo y  las festividades paganas, en aquellos ayeres en las que los pueblos antiguos  honraban y dedicaban una fiesta a Baco, el dios del vino. En México Mayahuel, la diosa del pulque y la embriaguez nos sigue acompañando. Años después, sin importar el lugar, aún se sigue festejando con singulares fermentos.

       Recuerdo a casi un año, mi primera vez en medio de un carnaval, no fue el de Veracruz, ni el de Mazatlán, y mucho menos el de Río, (ni con todos mis deseos de escuchar y ver bailar samba, y dejarme deleitar por el portugués, idioma que me fascina, porque me parece que se oye casi como cantado, ese ritmo calmado que quiere como descansar y ventilar el calor con las palabras). El carnaval al que asistí no fue de esos grandes, y eso fue lo que me hechizó, un carnaval pequeño, mas íntimo,  en donde pude estar codo a codo con los que bailan, no vi el carnaval, fui parte de él, andar con todos y dar de brincos en medio de la comparsa, todo eso sucedió en el carnaval de los chinelos, en Yautepec, un sencillo y pequeño pueblo en el estado de Morelos, que como reza su dicho, "En Yautepec de Zaragoza, donde se vive y se goza y se chupa cualquier cosa" y tal enunciado predijo una genial tarde de danza y gozo, de festejar la vida.


Yautepec, Morelos

    Todo empezó un sábado de febrero, llegamos acalorados pero maravillados de la vista de los dos grandes "el Popo", como cariñosamente todos lo llamamos, y su querida "Izta" yaciendo a un lado, ambos tenían sus copetes blancos, incluso desde la carretera el carnaval ya había empezado, ya se complacían tres de nuestros cinco sentidos, el calor ya  hacia sudar a los poros, los ojos ya se habían deleitado un poco, aunque aún faltaba lo mejor.

"El Popo"


  Luego fue el turno del gusto, que sería premiado con alguna de la comida típica de Yautepec, ricas gorditas, itacate y chale acompañadas de agua de horchata, blanca y espumosa para que combinara con la nieve de los volcanes. Pero antes de todo eso, la mejor y mas exótica botana, ¡insectos! y no solo eso ¡insectos vivos! Son unos pequeñitos llamados jumiles, los cuales se deben comer vivos, y ahora que lo pienso, me siento un poco mal por haberme comido a un animal vivo, pero dicen que muertos ya no saben igual, hay que ponerlos vivos sobre la lengua, y hasta que caminen un poco sobre de ella, dicen que comerlos vivos es lo que les da el sabor, recuerdo que su alma sabía a canela.

Jumiles

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